miércoles, 10 de septiembre de 2014

Miedo

No sé cómo sentirme al respecto. No sé si tengo que dejarme llevar y permitirme sentir, como todos me aconsejan. No sé si vale la pena.
No sé si estoy lista para volver a dar pero por más que me mienta a mí misma todos los días, ya caí. No sé bien cómo funciona esto, y cómo debería actuar. Estoy confundida. Muy. Tengo miedo. Vos me das miedo, no sé si me gusto como soy cuando estoy con vos.
No sé hasta qué punto tengo que fingir que no me importas, ¿tengo que fingir realmente? ¿y si no lo hago? Basta Antonella, tenes que seguir fingiendo por más que te duela, hasta que no des más.
Me asusta ver que me estoy encariñando con vos. Me asusta necesitar tus abrazos con tanta frecuencia. Me asusta ver que estoy empezando a sentir cosas cada vez que me tocas.
Todavía no entiendo por qué accedí a vos sabiendo que iba a terminar así. Todavía no te entiendo a vos. ¿Vales realmente la pena?

Que algo tan lindo me haga mal es una pena. Definitivamente.

viernes, 11 de abril de 2014

Me imagino tu cara en la multitud.

Flasheo que te cruzo en calles que jamás estarías. La escena está buena, apenas nos miramos, ninguno dice nada, vos vas en auto y yo caminando. Nos quedamos con la sensación de que no tiene nada que ver que nos hayamos visto, que vos no tenías que estar ahí pero que justo pasaste, justo también yo, en ese momento; y a vos se te ocurrió mirar para el lado que a mí también. La mejor parte, en realidad, es la escena siguiente: cada uno maquinando con lo que le generó, preguntándose por el destino, por las energías, por la casualidad, habiendo visto al otro más lindo o más feo, más gordo o más flaco, más feliz o más infeliz, sin saber qué nos alegra más de todas esas opciones.

Flasheo, también, que te cruzo cerca de tu casa. Es raro: camino por ahí con esa sensación de "tranquilamente podríamos encontrarnos ahora mismo". Pero nunca pasa. Es tan factible, que no sucede. A veces termino pensando que hay más probabilidades de que te vea en La Quiaca aunque ninguno de los dos vaya a ir nunca. Más de una vez forzamos encuentros "casuales" y terminaron sin darse. Supongo que nada de todas las cosas que pueden unirnos son suficientemente fuertes como para lograrlo.
No tenemos ganas, ya.
El destino parece decirnos a gritos que no tenemos nada que ver.
A la casualidad no le interesa, tampoco, ni siquiera como para marearnos un poco.
Ni siquiera nuestro instinto, lo más animal (que fue lo último que compartimos y lo primero que nos traicionó desde nuestro "chau para siempre")

Flasheo que te cruzo, supongo, porque me olvidé de vos en el sentido típico "ya no te amo" sino que no me acuerdo de tu manera de hablar, de moverte, de reírte, de enojarte. Y menos que menos tu modo de hablarme, moverme, hacerme reír y enojarte conmigo. No me preocupa, sólo me inquieta. Por eso flasheo que te cruzo. Y porque me gustan las escenas de película, aunque sean sólo en mi cabeza, y esté segura de que si se dan en la realidad serían más lejanas a una película que Garfield cortando una porción chiquita y comiendo todo el resto de la lasagna.

-y digo que ya no te necesito-

sábado, 15 de febrero de 2014

De nada sirve.

Ya no quiere regalar besos. Los quiere prestar. O regalarlos y que aún así, se los quieran devolver.
No tiene ganas de comprarle un trago. Quiere tomárselo él solo y que ella quiera compartir la borrachera.
No se le canta invitarla a comer.
No le gustaría pagar taxis. No porque no pueda, ni porque no le pinte: sino porque le encantaría cruzarse con alguien que quiera dormir con él; y él con ella, y hacer el amor hasta el mediodia, o hasta la tarde, o la noche y tener esa sensación de "dormimos en el medio o no paramos de coger y darnos besos?"

La alarma sonó, y lo aturdió ese ruido insoportable, se terminó lo que tanto tiempo le dió "felicidad". Con comillas. Ahora espera algo que le de eso mismo sin ningún signo de puntuación alrededor, ni excusas: el sentimiento en su mambo más puro, más con mayúscula, más gritado, más que lo deje afónico.

Y ella ya no está para eso.