sábado, 15 de febrero de 2014

De nada sirve.

Ya no quiere regalar besos. Los quiere prestar. O regalarlos y que aún así, se los quieran devolver.
No tiene ganas de comprarle un trago. Quiere tomárselo él solo y que ella quiera compartir la borrachera.
No se le canta invitarla a comer.
No le gustaría pagar taxis. No porque no pueda, ni porque no le pinte: sino porque le encantaría cruzarse con alguien que quiera dormir con él; y él con ella, y hacer el amor hasta el mediodia, o hasta la tarde, o la noche y tener esa sensación de "dormimos en el medio o no paramos de coger y darnos besos?"

La alarma sonó, y lo aturdió ese ruido insoportable, se terminó lo que tanto tiempo le dió "felicidad". Con comillas. Ahora espera algo que le de eso mismo sin ningún signo de puntuación alrededor, ni excusas: el sentimiento en su mambo más puro, más con mayúscula, más gritado, más que lo deje afónico.

Y ella ya no está para eso.

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